La pelea por la ecología
La ventana indiscreta
La pelea por la ecología
Por Maritza Gueler
El ejemplo. La ganadora puertorriqueña del premio ambiental Goldman 2008, Rosa Hilda Ramos, es una abuela menuda , de 63 años, ama de casa que, contra todo pronóstico venció a las grandes compañías. En su pueblo, Cataño, la contaminación lo había convertido en el lugar con el mayor índice de cáncer de toda la isla. Durante dos décadas de lucha vecinal y sin apenas recursos ya ha ganado varias demandas.
Dudas. Cuando esta mujer comenzó a sospechar de que algo andaba mal en su pueblo, reunió a los vecinos y formó el Comité de Calidad de Vida. Pidió entrevistas con los directivos de las empresas estatales, y recurrió a jueces y a abogados. Una vez, uno de los químicos de la agencia estatal aseguró que el humo que salía de las chimeneas, que provocaba problemas en los ojos, comía la pintura de los autos y agujereaba las hojas de las plantas era, simplemente, “vapor de agua”. La mujer, que no sabía si creer a los ambientalistas o a los del gobierno, decidió investigar por su cuenta.
La unión hace la fuerza. El punto fundamental es que las empresas, sin regulaciones, no van a cambiar su productos químicos. Pero de nada sirven las regulaciones. Si los vecinos no están enterados de los productos nocivos usados por las empresas, nunca se moverán para exigir cambios. Modificar algunas costumbres cotidianas que pasan inadvertidas, también forma parte de esa educación necesaria para preservar el medio ambiente. Pero sin duda, así como las grandes empresas son capaces de cabildear para conseguir permisos imposibles, así los ciudadanos tienen derecho de cabildear para que los escuchen.
Los animales también. Hace algunas semanas centenares de patos silvestres murieron en Alberta, Canadá, contaminados por los residuos depositados en una laguna artificial por la compañía petrolífera Syncrude Canada. Los ecologistas lo denunciaron. Y si bien la explotación de estos yacimientos fue criticada por el uso de decenas de millones de litros de agua al año para separar el petróleo de la arena, y por las emisiones contaminantes, nada se logró. Los patos migrantes murieron en el trayecto.
Activismo. Greenpeace, una de las organizaciones ecologistas pioneras, en el pasado estaba vista como un grupo de revoltosos exagerados. Hace unas semanas, estos revoltosos se concentraron frente a las sedes de los dos grandes partidos de Alemania, para protestar “con panes” contra la política de combustibles de la coalición que lidera la canciller federal, Angela Merkel. Desde otro lugar, Ramos y Greenpeace trataron de buscar una forma de frenar la desmesura. Y tal vez sea necesario seguir el ejemplo para que, al menos, podamos salvar el lugar donde vivirán nuestros hijos.
maritza@eltiempolatino.com
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